21 de junio de 2010

LA NOVELA "WENCESLAO" BAJO EL MICROSCOPIO DE ILLICH COLLADO MOSCOSO



Illich Collado Moscoso, crítico literario peruano hace un análisis detallado de la novela WENCESLAO del narrador Gonzalo Mariátegui, la misma que alcanzamos a los lectores de Sietejeringas con la recomendación que compren un ejemplar de la novela en una de las principales librerías del país del Perú.



                                   
 Gonzalo Mariátegui                                                         
                                                                  

En El coloso de Marusi, un extraordinario diario sobre su experiencia en Grecia, publicado en 1941, Henry Miller asevera que: “Si los hombres dejan de creer que un día se convertirán en dioses, entonces con toda seguridad no pasarán de ser gusanos”. Estas palabras definen muy bien la creencia y el carácter de la novela Wenceslao de Gonzalo Mariátegui quien, para felicidad de unos y desdicha de otros, ha sabido mantenerse lejos de aquello que ya más bien parece un imperativo en nuestra literatura: escribir sobre la violencia interna que azotó el país en la década del ochenta, y ha optado, más bien, por crear una obra sutil y particular, lejos de todo compromiso que no sea el del arte por el arte. Aunque ha vivido las dos primeras décadas de su vida en Chile, Estados Unidos, Francia, Portugal, España, Panamá, y Guatemala, Mariátegui nació en lima, el 22 de abril de 1943. Se recibió de abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Y desde hace mucho tiempo está dedicado a la narración. Es autor de tres libros de cuentos: La cuerda floja (1996), La escalera de caracol (1998) y Los prójimos (2000). Ha escrito también un libro de greguerías titulado Epigramas de un nómada (2000). Su primera novela, La virtud de Alexandra (2003), que cuenta la historia de una acaudalada mujer de los años cincuenta, Alexandra Collado, que no tiene reservas ni restricciones a la hora de examinar su sexualidad y de gozar indistintamente con hombres y mujeres, logrando escandalizar así a la pacata sociedad limeña, fue calificada por el escritor Francisco Bendezú como ¡Magnífica novela! Wenceslao (Torre de Babel, 2008) es su segunda novela, en la que por momentos parece que nos topamos con aquellos tiempos míticos, cuando los hombres oían a los dioses. 



Este último relato cuenta la particular historia de Wenceslao (que significa “el lleno de gloria”): un albino cuya piel, tan blanca, es igual al mármol de las estatuas que representan a las deidades helénicas y cuyo odio al padre y el deseo edípico de poseer a la madre es tan grande que lo hará transitar entre la realidad y la fantasía, el sueño y la vigilia, la enajenación y la cordura, confundiendo mitología y biografía hasta límites insospechados. A medida que la acción narrativa transcurre, somos atónitos testigos de cómo el personaje, en su alucinado mundo, adquiere clara conciencia del tamaño extraordinario de su pene (“el tamaño formidable de tu pene será tu fuerza”), y de su insoslayable cometido: “Dar placer a las mujeres. Y cuanta mujer yazca contigo experimentará un goce que ningún mortal sería capaz de proporcionar. Ninguna te rechazará. En cada embestida, tu padre –Zeus– estará a tu lado, ayudándote, dándote ánimo” (pág. 34).

  
                                                       


Por momentos, la trágica carrera del níveo personaje hacia su absolución final alcanza visos épicos; porque cual renovados Odiseos, el albino y su madre tendrán que escapar constantemente de los designios de la malvada diosa Hera, quien celosa por la unión incestuosa de Zeus y su propia hija (la madre del quien se dice es “el lleno de gloria”) y del fruto de esta amalgama fascinante: Wenceslao, hará hasta lo imposible por hundirlos en la desdicha. Wenceslao asumirá sin paliativos el rol de hijo de Zeus, de dios griego, que le permitirá vivir en estos habitantes del olimpo sus más hilarantes fantasías sexuales y eróticas y sus más anhelados y frustrados sueños, que como simple mortal, condenado a lo vulgar de lo cotidiano, jamás podría atreverse a realizar. Pero en este designio no se hallará solo, ya que siempre estará alentado por el hálito enajenado de su madre, quien siempre sabe calmar sus dudas: “¿Y qué será de Eros y Afrodita? ¿Acaso ellos no resentirán mi intromisión?, –pregunta Wenceslao” (pág. 34). A lo que la madre contesta: “Zeus te tiene en mente para remplazarlos. Tú serás el dios del sexo y el amor. Pero debes esperar y hacer mérito. Y por ningún motivo debes revelar a nadie lo que hemos hablado” (pág.34). Esta manera de estructurar lo diegético –y la intromisión de viñetas en el texto, que parecen contar gestualmente las sensaciones de los personajes– crea una atmósfera insalvable, además de fundir, en un mismo plano, fantasía y el universo ordinario de los mortales.



                                                       



Si echamos mano del psicoanálisis –para tratar de entender al complejo personaje–, de la forma como Jacques Lacan esbozó los tres tiempos del Edipo en el “Seminario 5 (Las formaciones del inconsciente)”, podemos argüir que en un primer tiempo el niño juega a ser el falo, es el objeto de deseo de la madre; la progenitora goza con tener a su hijo en brazos todo el día, el niño es el falo que tanto deseó la madre. En el segundo tiempo, interviene el padre como privador, es quien rompe la armonía entre la madre y el hijo, es un NO que interviene para impedir que el niño siga siendo el objeto de deseo de la madre. Esto genera que el niño desarrolle un sentimiento de agresividad hacia su procreador. Es en el tercer tiempo en el que el niño se identifica con el padre portador del falo (poder), el padre es ahora el ideal del yo. ¿En cuál de estos tres tiempos podemos incluir a Wenceslao? En el primero y en el segundo. En el primero porque es innegable la aprehensión de la madre por su vástago en el transcurso de su existencia. En el segundo porque es patente la agresividad que Wenceslao desarrolla no solo por su padre (principal obstáculo para poseer a la madre), sino también por el posterior amante de su madre (un hombre con trazas de caballo), quien en comparación con otros candidatos –educados y galantes, que en una época, después de la muerte del inefable padre de Wenceslao, llenan la casa de la bella señora para disputarse su amor y su dinero– no es más que un pobre desafortunado. Al final, la mujer elige al inapropiado y caballuno personaje, mientras la ojeriza de Wenceslao raya en la desdicha. “Desde las horas matutinas hasta la medianoche entraban y salían los más diversos aspirantes: altos y bajos, gordos y flacos. En los amplios salones no quedaba asiento libre… La mayoría de los galanes pertenecía a las más ilustres familias de la capital… Todos, sin embargo, eran unos calatos, sin un centavo en el bolsillo, sin un trabajo que los reclamara… Al cabo de un tiempo, mi madre puso los ojos en uno de los candidatos, quizá el menos apropiado… Jamás he considerado la posibilidad de aceptar un padrastro, por idóneo que pudiera parecer. Con la compañía de mi madre no necesitaba a nadie más” (pág. 54). Es difícil aquí no intentar tender un símil con una escena maravillosa de La odisea, de Homero, aquella en la que la pobre Penélope –con la ayuda del imberbe Telémaco– hace hasta lo imposible por intentar contener a sus pretendientes que llenan todos los espacios de su morada en busca de riquezas y del trono del esposo ausente, Odiseo, quien en su navegación por el ponto, intenta regresar a su patria, Ítaca. Después de mucho cavilar, Penélope se decide, también, por el menos favorecido, que termina siendo el héroe de Troya. Como ya señalamos, la actitud agresiva del niño, en el segundo tiempo del Edipo, se debe a que ve al padre como un tercero, como una amenaza. Lacan sugiere que la manera de frenar esta agresividad es por la vía de la castración; entonces se desarrolla un terror en el niño por la emasculación, por la capadura. Esta idea del médico y psicoanalista francés se ve reflejada cuando Wenceslao, envuelto en una borrosa atmósfera, pregunta al médico que lo asiste: “¿De qué me ha operado? Sin rodeo el canalla dijo haber amputado mi pene de raíz. Creí morir, y cuando entre lágrimas y lamentos le recriminé por tan perversa acción, el desconocido trató de justificarse diciendo que me había hecho un bien, que sufría de priapismo en estado avanzado y que el desmembramiento era la única solución” (pág. 115).




Si tendríamos que dividir –para concluir– a los escritores en dos, por un lado quedarían los autores que asumen el sexo como un hecho traumático, un acto vejatorio, violento, humillante, entre ellos podemos mencionar al uruguayo Horacio Quiroga y al peruano José María Arguedas; este último nos muestra, en su rutilante cúmulo de personajes femeninos, a seres desvalidos, burlados, ultrajados, como la Justina desasistida por la justicia del cuento “Warma Kullay” violada por el poderoso hacendado don Froilán. En el otro bando permanecerían los escritores para los cuales el sexo es un acto celebratorio, un culto, una ceremonia, una fiesta, una farra, entre ellos sobresalen el escritor francés Louis Ferdinand Céline, el germanoamericano Charles Bukowski y el estadounidense Henry Miller. ¿En que facción podríamos ubicar a Gonzalo Mariátegui? Es esta última, sin duda. El escritor peruano comparte con los escritores mencionados su entusiasmo por el placer sexual, la imaginería erótica y su creencia de que el sexo es un elemento liberador de las ataduras sociales. Wenceslao cumple, además, a cabalidad, con aquella sentencia vargasllosiana de que “lo erótico consiste en dotar al acto sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin escamotear el placer y el sexo, añadirle una dimensión artística”. 


ILICH COLLADO MOSCOSO






                                  

LA NOVELA "WENCESLAO": BAJO LA LUPA DE DANIEL HOLGADO VARGAS


A continuación ofrecemos la crítica que el joven literato peruano Daniel Holgado Vargas ha preparado respecto a la novela WENCESLAO del escritor peruano, Gonzalo Mariátegui:


                                                                      

                                                                               
                                                                                


El consagrado escritor Gonzalo Mariátegui nos presenta su nueva novela titulada WENCESLAO. El escritor nos invita a conocer la historia de un atípico y divertido personaje cuyo infortunio recae en la búsqueda de su propio amor personal. 
El texto se ofrece al lector como una representación de hechos ficticios reflejados en el mundo real. Tal es el caso que el escritor ha logrado combinar elementos discriminatorios y amatorios, pero sobre todo ha logrado consolidar un narrador-personaje que estimula al lector la empatía de su discurso. No cabe duda que WENCESLAO representa ese mundo ficticiamente estructurado de la demencia como una posible respuesta frente a un difícil problema que nuestra sociedad está incierta.


                                                        

La historia de WENCESLAO es un encuentro con el mundo de un demente que vive preso de su propia cordura. Esta narración erótico-maternal apuesta por encontrar la belleza en medio del vacío existencial.

WENCESLAO es un personaje que está en búsqueda de su propia identidad, está cargado de mucha sensibilidad, pero sobre todo es un ser que cuestiona su “condición divina” que ésta lo ha dotado de las bellas artes amatorias y que de una u otra manera le permitió satisfacer su carencia humana interior, el amor. 

En WENCESLAO, el personaje narrador sobrevive a su propio tiempo, y sin caer en exageraciones, expresa todo sus valores, prejuicios y libera sus complejos. 
A través de esta divertida historia, el lector estará recreando el mundo inusual de este personaje que revela la conducta transgresora de la sociedad contemporánea, cuyo hilo conductor es el drama y la picardía de los sucesos relatados que pone en movimiento la acción narrativa. 

                  
                                                   

En suma, el tema del erotismo con la organización del discurso en el texto, logran establecer el juego dialéctico entre la intimidad individual dentro de una sociedad excluyente. Esta manera de ordenar el proceso narrativo, es lo que le da forma y sentido al relato, pero sobre todo le da un lugar preferencial a este excepcional escritor.


DANIEL HOLGADO VARGAS







18 de junio de 2010

JOSÉ DIEZ-CANSECO: EL NOVELISTA ESCRIBE A SU AMIGO


   José Diez-Canseco (el novelista)

                                                                 
 José Francisco Mariátegui (el amigo)



José Diez Canseco Pereyra (1904 - 1949), fue un destacado escritor y periodista peruano. Es considerado el precursor del realismo urbano en el Perú. 

En el curso de su breve y fecunda vida escribió numerosos relatos, muchos de los cuales han alcanzado niveles pinaculares en la literatura peruana. Bastará mencionar "Gaviota", "Estampas mulatas" y "El trompo". 

Asimismo, fue autor de la novela "Duque", la más brillante y corrosiva crítica a la oligarquía peruana. Con "Duque" la novelística peruana se pone los pantalones largos y, al parecer de los entendidos, es la novela precursora a "Un mundo para Julius" de Bryce Echenique.

José "Pepe" Diez-Canseco y familia (René Gonzáles Barúa, su esposa, y sus hijas, Carmen Rosa y María de la Cruz) han sido -porque lamentablemente con excepción de María de la Cruz ya todos han partido- muy cercanos a mi familia (mi padre, José Francisco Mariátegui, Lucía Viera Gallo de Mariátegui, mi madre, mis hermanos, María Teresa y José Ramón, y yo). 

Y así venimos al tema de esta entrada. Resulta que hace pocos días mientras revisaba el maletín de negocios de mi padre (1902-1974) me encontré con una serie de cartas y recortes periodísiticos que él juzgo importante guardar. 

Entre ellos estaba una copia fotostática de un artículo escrito por su fraternal amigo. Este artículo es una muestra del lado periodístico de Diez-Canseco, el mismo que por su amplitud aún no ha sido estudiado y menos publicado, como bien merece. Esperamos que la Editorial del Congreso de la República o alguna universidad de ojo avizor asuma tan importante tarea.

José "Pepé" Diez-Canseco en vida fue una reconocida figura de las letras peruanas, pero de la venta de libros nadie en el Perú hasta la fecha ha podido vivir con decoro. Con este motivo se ganó la vida como periodista, escribiendo tres o más artículos diarios. Muchos estudiosos de su vida y obra considerán que esta carga pesada fue la culpable de su temprana desaparición (44 años). 

Pepe Diez-Canseco escribió esta deliciosa nota en su columna LA MARCHA DE LOS DÍAS, la misma que publicó en el diario La Prensa (Lima, 5 de noviembre de 1943). Sietejeringas ha querido rescatarla del olvido y ofrecerla al deleite de sus lectores.

Gabriel García Márquez con autoridad afirma que el periodismo también es literatura y este artículo, a nuestro parecer, es una clara muestra de ello. El artículo es un delicioso retrato de la Lima de los años cuarenta que Pepe Diez-Canseco con acertada pluma, o debo decir pincel, dedica a su amigo y tocayo, Pepe Mariátegui. 


      EN HONOR DE JOSÉ FRANCISCO MARIÁTEGUI


Acaba de ser honrado el Cónsul General del Perú en Arica, señor don José Francisco Mariátegui, por el gobierno de Chile que le ha otorgado, en el grado de comendador, la Orden del Mérito. Quienes somos amigos de este caballero, de este hombre que une a su inteligencia tan brillante una cortesía irreprochable y un señorío cabal, nos enorgullecemos también de esa distinción.

Para nosotros, para sus amigos de toda la vida, el Cónsul General del Perú en Arica es Pepe Mariátegui. El periodista, con quien le une una amistad fraterna, quiere entonces recordar a este hombre que ya peina canas pero que aún mantiene, vivo y entusiasta, un espíritu juvenil, en este momento tan grato. Al agradecer Pepe al Ministro accesitario de Relaciones exteriores de Chile tan alta distinción, el Ministro respondió, renovando el homenaje, que “el alto honor es nuestro al otorgar tan merecida distinción” a este peruano amigo de Chile.

Desde Calcuta, que queda allá por los cascos del mundo, ha venido Pepe Mariátegui a Arica. Pasó por la risueña y tropical Nicaragua, en donde el sentido de la libertad es tan grande que todos los médicos de Managua permiten que las amebas sigan vida… Pasó después por Guayaquil, en las orillas del inmenso Guayas, en donde su labor de acercamiento, sincero y cordial, le valió la estimación de aquellos ecuatorianos que no han perdido el equilibrio. Ha ido ahora a Arica, la pequeñita ciudad y más pequeño puerto, acaso para demostrar que un gran funcionario no necesita escenarios grandes y que el talento, la circunspección, la honestidad intachable de un hombre pueden realizar cosas nobles y fecundas. Y el Gobierno de Chile, que inmediatamente se percató de la jerarquía señoril del Cónsul y de la condición caballeresca del peruano, antes de los tres meses de permanencia allí le otorga esa condecoración que tiene un alto significado.

Algunos meses pasó Pepe Mariátegui en Lima, saturándose de limeñidad. Volvió a cultivar con esmero y abundancia, el anticucho y el cau-cau. Volvió a la querida tertulia del Maury y otra vez, todos sus amigos de Lima, volvimos a sentarnos a su mesa suculenta y a gustar de su charla pintoresca y sápida, salpicada de anécdotas de Punjab y de aventuras de Shangai. Trajo en su binóculo de carreras las insignias de socio de todos los clubs hípicos de Asia y trajo unas alfombras, unas corbatas, unas pantuflas, unas cajas de marfil y unos budas de jade que obsequió a los amigos que aquí nos habíamos quedado esperando su vuelta.

Pero este hombre, este auténtico señor limeño, que sabe ser palomilla en algunos momentos, sabe también dar una alta dignidad a su cargo y sabe, como muy pocos, responder irreprochablemente a la confianza en él depositada. Y así, bromeando algunas veces, y actuando con seriedad otras, José Francisco Mariátegui ha realizado en tres o cuatro meses una labor que el Gobierno de Chile ha reconocido públicamente y que el Gobierno del Perú seguramente ratifica y aprueba totalmente.

Querido Pepe Mariátegui: aquí nos ufanamos todos tus amigos por esta distinción que has recibido. Hoy, a las doce del día, en el Hotel Maury, que es el único sitio en donde no envenenan a uno, vamos a beber el mejor de los whiskys por ti. Tú allá, cuando leas estas líneas, abre por favor una botella de Santa Rita Reservado, -no confundir la marca,- y acuérdate de aquellos que, aquí en Lima, no tenemos a Pepe Mariátegui ni buenos vinos, dos cosas que siempre nos alegraron el alma, viejo y querido amigo.


José DIEZ-CANSECO

5 de junio de 2010

MOLL: SALÓN DE INVIERNO 2010

Del 16 de junio al 31 de julio del 2010, Galería & Consultoría MOLL presentará su Salón de Invierno 2010 con la participación de distinguidos plásticos nacionales, entre ellos:  Leoncío Villanueva, Venancio Shinki, Víctor Humareda, Fernando de Szyszlo, 
Sietejeringas  recomienda con entusiasmo a sus lectores que acudan a visitar esta importante muestra en el horario que se indica en el catálogo. Desde hace años la galería Moll se ha convertido en un pequeño museo de grandes obras.

Guillermo Chávez Arroyo, José Sabogal y Carlos Revilla.
A continuación reproducimos el catálogo:




















                                                                         
FOTOS DE LOS ARTISTAS QUE FIGURAN EN EL CATÁLOGO:


Leoncio Villanueva ( 1947)


           Venancio Shinki (1932)
                                                              


Víctor Humareda (1920-1986)     


          Fernando de Szyszlo (1925)


            Guillermo Chávez Arroyo  (?)   


 José Sabogal  (1888-1956)


                        Carlos Revilla   (?)        
                                                               

1 de junio de 2010

JAIME BAYLY: EL CANDIDATO PRESIDENCIAL MÁS ELEGANTE





JAIME BAYLY (1965), prolífico escritor peruano, en el momento que sale del Hotel Country Club de San Isidro, donde suele alojarse en una confortable suite durante sus breves estadías en Lima. ¿Quien dice que la televisión no paga bien?
Además de exitoso escritor y figura destacada de la televisión peruana y colombiana, Jaime Bayly posiblemente será candidato a la presidencia del Perú en el año 2011, del partido político "No nos ganan", actualmente en construcción. 

Eso es cosa sabida por todos. Pero lo que resultaba desconocido era que Bayly era un dandy. La foto que incluye este post así lo comprueba. En verdad más parece un modelo de ropa masculina que candidato a primer mandatario de nuestro querido país. 

Nadie negará la elegancia de su abrigo de seis botones, confeccionado posiblemente con carísima fibra de vicuña. En este caso alguna exclusiva sastrería londinense de Saville Row se habrá encargado de confeccionarlo a su medida, pues es conocido que en las tiendas de aquella zona no venden prendas listas para llevar. O tal vez lo habrá adquirido en alguno de sus viajes a su querida Madrid en la reputada tienda El Corte Inglés. Si el abrigo de Jaime Bayly no es de tela de vicuña, merece serlo, pues parece serlo y le queda muy bien. En todo caso, está confeccionada con pelo de camello lo cual no es poca cosa.

En conclusión, si para ser presidente del Perú se requiere vestir con elegancia, "el posible candidato" Bayly con certeza lleva holgada ventaja a sus demás competidores.