30 de septiembre de 2009

JAIME BAYLY : EL CUARENTÓN TERRIBLE





Hoy, a primera hora -como es mi costumbre- leí el diario El Comercio. Durante la lectura descubrí en la zona llamada TEVE (LUCES) una crónica que no sé si debo calificar de real maravilloso o de burda tomadura de pelo.

Para los que somos asiduos lectores de El Comercio, desde hace algún tiempo ya no nos resulta novedoso descubrir continuas y aburridas referencias a Jaime Bayly: el antaño “Niño terrible”, el desde hace tiempo “Tío terrible”, y ahora, con más precisión el “Cuarentón terrible”.

El propósito de un diario es comunicar día a día las noticias que más pueden interesar a sus lectores, pero no aburrirlos con nimiedades que no justifican la tinta que malgastan. Esto parecería ser una verdad de Perogrullo; sin embargo, el señor Bayly que afirma haber perdido todos su amigos, parece que tiene un amigazo que vale por cien que lo pone en el periódico “un día sí y el otro también”. Desde luego la nota, por pequeña que sea, siempre va acompañada de una estupenda foto del conductor de televisión.

Pero la edición de hoy ha alcanzado dimensiones inéditas. En una crónica que ocupa casi media página los redactores de TEVE han lanzado un cuentazo que ofende a la gente que tiene dos dedos de frente.

La crónica afirma que el lunes 28, a las 8 p.m., Jaime Bayly concurrió a la librería Crisol del Óvalo Gutiérrez; y a la hora preestablecida: “…cumplió con la promesa dada a sus seguidores de firmar cada ejemplar que esa noche se vendiera de “El cojo y el loco”, su más creciente creación literaria.”

La crónica informa que tanto el escritor como la casa editorial Alfaguara terminaron sorprendidos cuando se agotaron los 400 boletos previstos y se firmaron 56 ejemplares más, no previstos.

Jaime Bayly firmó los 456 ejemplares, muchos de los cuales deben haber ido acompañados de las inevitables dedicatorias especiales (“Jaime, es para mi mamá, ponle algo especial, please.”, “A mi hija Rosita, porfa. Ella quiere ser escritora como usted”, “A mi hijo Juanito, él también es gay, pero no le gusta la lectura. Quizás sus palabras lo animen.”, etc.) se fotografió con cuanto persona se lo pidió y sin duda debe haber intercambiado algunas palabras con sus lectores. Después de todo, Bayly es una persona educada. Ha ido a los mejores colegios.

Es ahora que saltan las preguntas: ¿cuánto tiempo le demoró firmar y dedicar casi medio millar de libros? ¿Cuánto es el tiempo mínimo que se pasa el autor con el lector? ¡Los segundos cuentan y a medida que se acumulan los segundos se convierten en minutos y los minutos se convierten en horas!

Si somos generosos diremos que firmar, saludar, conversar y fotografiarse con cada comprador no pasa de un minuto. ¿Lo duda? Tal vez el señor Bayly tiene las condiciones del hombre biónico. ¡Quién sabe! Pero sigamos.

Si dividimos 456 clientes entre 60 minutos, concluimos que la faena demoró 7 horas y 36 minutos. Esto quiere decir que si llegó a las 8 p.m. dejó de firmar, conversar y sonreír para los fotógrafos a las 3:36 a.m. para arrastrarse extenuado a su casa. Esto podría ser un record Guiness, cuando menos para el Perú.

Pero si demoró dos minutos por lector, entonces terminó 15.2 horas después, con lo que quiere decir que concluyó 15 horas con 12 minutos después de las 8 p. m. Es decir, concluyó a las 11:12 a. m. del día siguiente. 

Tal vez Mr. Bayly escribió la crónica. En ese caso habrá que reconocer que tiene grandes dotes de escritor de ficción.


26 de septiembre de 2009

HOLLYWOOD: DE LA MECA A LA CACA







Desde hace décadas los grandes estudios cinematográficos de Hollywood -la llamada Meca del cine- han venido dando la espalda a la producción de películas de calidad y lo que es peor es que no hay señal que la cosa cambie. Se dirá que existen excepciones, pero estas son pocas; insuficientes para revertir lo que ya parece inevitable: la caída y consiguiente desaparición del cine norteamericano.

La autopsia revelará que los principales estudios hollywoodenses, muchos de los cuales cotizan sus acciones en la bolsa de Nueva York, ya no buscaban elevar el nivel del llamado Séptimo Arte sino aumentar de manera voraz sus utilidades y no conservar a sus mejores actores.

Ya en la década del cuarenta del siglo pasado era obvio que las utilidades primaban sobre el arte. Si mal no recuerdo fue Ronald Reagan, ex actor y ex presidente de los Estados Unidos, quien acuñó el término The Business (El negocio) y que utilizaba cada vez que se refería a la industria del cine.

Es así como en los últimos años hemos sido testigos de la desaparición de la pantalla de grandes actores y actrices. En silencio hemos esperado su reaparición. Y cuando algunos lo han logrado lo han hecho en películas de baja calidad, en papeles que no están a la altura de su capacidad interpretativa.

Ejemplos de lo que acabo de mencionar hay muchos. Para los estamos en la tercera edad nos duele ver a Al Pacino, Dustin Hoffman o Robert de Niro interpretando personajes chatos a los que no se les puede sacar partida. ¿Es que Hollywood no tiene guionistas capaces? ¿Es que ya no hay grandes novelas para adaptar? No. Lo que sucede es que el negocio tiene primacía sobre el arte.

Jóvenes adultos y jóvenes mayores nos preguntamos qué vienen haciendo estos últimos años dos actores dramáticos como Edward Norton y Toby Maguire en los papeles de El Increíble Hulk y El Hombre Araña. Por suerte aparecen disfrazados, irreconocibles o con la ayuda de un doble.

Los dramas, las películas de época o de suspenso ya no son de interés para los productores. Ahora la prioridad la tienen las películas de terror (de calidad mediocre), las comedias (insulsas, que hasta la televisión rechazaría), pero por encima de todas están las súper rentables películas para niños, especialmente las animadas.


A comienzos de los años cincuenta con la aparición de la televisión muchos predijeron la desaparición del cine. Pero The Business supo adaptarse y para asombro de todos se salvó de una muerte segura. Los años han pasado y el cine y la televisión han coexistido en buena salud, pero parece que, de la próxima caída, el cine no se levantará. La última ceremonia del Emmy 2009 fue indicio que los de la caja boba están preparándose no sólo para reemplazar la ceremonia del Oscar sino para enterrar al mamut de Hollywood. Se dieron cuenta que muchos actores como Glen Close y Alec Baldwin ya se pasaron a la televisión. ¿Será este el comienzo del fin?

19 de septiembre de 2009

CAMINO BRENT A LOS 100 AÑOS









Del 8 al 30 de septiembre de 2009 se viene exhibiendo en la galería del Centro Cultural de la Universidad Católica de Perú (Camino Real, San Isidro) una importantísima muestra del pintor indigenista peruano Enrique Camino Brent (1909-1960) con motivo de celebrarse el centenario de su nacimiento.

La muestra está conformada por una variada selección de cuadros, de distintos formatos y todos de gran nivel, característica de la obra de Camino Brent.

Esta es una magnífica oportunidad para el público de todas las edades para apreciar de cerca el trabajo de uno de los pintores peruanos más respetados y queridos.

El indigenismo de Camino Brent es sincero y singular. El indio peruano es presentado en todo su misterio, en su permanente comunión con el medio ambiente.

Si hay algo reprochable en Camino Brent y no lo hay, es que nos dejara a los cincuenta años cuando aún le faltaban muchos cuadros que realizar para la gran pinacoteca peruana.

Nuestras más sinceras felicitaciones al CCPUC por haber organizado tan magnífica muestra que quedará en el recuerdo de nuestra sensibilidad más íntima.




10 de septiembre de 2009

GERARDO CHÁVEZ - TITÁN DE LA PINTURA










Después de algunos años de ausencia de las galerías limeñas el afamado pintor trujillano vuelve a exhibir lo último de su producción pictórica. Con una decena de cuadros de enorme formato Gerardo Chávez ha engalanado las paredes y jardines del Museo Pedro de Osma en Barranco.

Ante cada cuadro el observador queda pasmado por la imaginación sin límites de este portentoso artista, sin duda el más importante pincel peruano del siglo XXI. Esta afirmación no es una exageración, es una verdad rotunda. Incluso no es exagerado reconocerlo como uno de los más importantes pintores de este nuevo milenio.

La muestra que este señor artista titula "La justicia en su laberinto" es de tal importancia que bien merece ser exhibida en temporada alta en los principales salones ya sea del Metropolitan Museum de Nueva York, el Louvre de París y hasta en el mismo Museo del Prado de Madrid.

¡Reconozcámoslo de una vez por todas! ¡Chávez es lejos el mejor artista plástico peruano! 

Chávez es un renovador del arte. Bastará un ejemplo. Nuestro orgullo nacional no ha cedido a la tentación de armar soportes con finísimos linos como haría cualquier gran artista. Él mismo lo ha hecho. No, Gerardo Chávez, tal vez recordando sus orígenes humildes, plagado de abundantes carencias, ha tomado bolsas de yute destinadas a transportar papas y las ha plisado hasta alcanzar tamaños gigantescos, las ha tensado sobre sólidos bastidores y luego con tierras, barro y pigmentos naturales ha procedido a pintar con singular maestría ese cosmos que sólo a él le es permitido entrar y traernos escenas y personajes que nunca dejan de asombrar. De las limitaciones ha producido la abundancia. Gerardo Chávez no ha requerido de carísimos chisguetes ingleses y de finísimos linos franceses para producir su arte. Los artistas rupestres tampoco lo necesitaron y cada día son más modernos.

¡Salve, Maestro Chávez!

3 de septiembre de 2009

DE TAL PALO NO HAY ASTILLA







Cuando converso con legos y entendidos en literatura sobre cuál es la novela que tiene el nombre más impactante, la mayoría afirma que el premio, sin dudas, corresponde a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. ¡Qué titulazo! No hay novela que tenga un título superior, exclaman todos. Es entonces que yo, con gran respeto por el maestro Gabo y su portentosa obra, me atrevo a disentir y digo que en mi modesta opinión hay otro título aún más impactante. ¡Imposible!, responden al unísono. El silencio invade la sala y atentos esperan mi contrapropuesta. No me demoro en decir mi verdad: La novela con el título más impactante es: El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría.

De inmediato todos acceden, rompen en aplausos y de pronto mi propuesta se ha convertido en la suya. ¡Sí, sí! ¡El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría es la novela con el título más impactante! ¡Qué titulazo! ¡Se remueven los huesos! En aquel instante, todos recuerdan en silencio las mezquindades que han padecido a manos de sus prójimos.

Lamentablemente el gran escritor peruano falleció en 1967, a la joven edad de sesenta y seis años, cuando aún tenía mucho que entregar a las Letras. Atrás, sin embargo, ha quedado su hijo Alonso. ¿Qué ustedes no conocen a Alonso Alegría? Algunos dirán no, pero otros sí. Es el dramaturgo y director teatral del cual Wikipedia la Enciclopedia Libre (de Internet) en el artículo que trata de su persona dice: “Es uno de los más prestigiosos dramaturgos que existen en Perú.”

Es aquí donde yo debo disentir con la prestigiosa y utilísima Wikipedia. Y para fundamentar mi posición les contaré que hace pocas semanas fui al teatro de la Municipalidad de San Isidro, a presenciar una obra teatral cuyo nombre desconocía y que alguien por ignorancia o maldad me dijo era dirigido por el talentoso Alberto Isola. Suficiente referencia opiné y fui con mi pareja a ser testigos de lo que resultó ser un bodrio, escrito y dirigido por don Alonso Alegría, quien en su columna Palmas y Palotes del diario Perú 21 muy suelto de huesos califica como “comedia romántica”.

Durante las largas e inacabables horas que pasamos en aquella función no recuerdo haber presenciado un episodio cómico y menos uno romántico. No por apellidar Alegría, significa que el dramaturgo en cuestión debe tener una mínima idea de lo festivo. Por favor, no todos los sordos componen como Beethoven. No me imagino al señor Alegría contando un chiste (salvo en el castillo del Conde Drácula) y mucho menos lo figuro dando una cátedra de romance con su monótona voz.

La obra -algo tendremos que llamarla- dura una tres horas, sin intermedio. ¡Sin intermedio, señoras y señores! ¡Qué suplicio! ¡Que angustia! ¡Qué estresante! Para colmo el escenario es pobrísimo y los parlamentos son larguísimos y sin sentido. Nada la salva. Y pensar que el Sr. Alegría -que funge de gurú del teatro peruano desde su columna periodística, repartiendo palos a todas las representaciones teatrales que no son de sus amigos- ha escrito y dirigido un mamotreto sin pie ni cabeza. ¿Es que nadie se atrevió a despabilarlo de tan tremenda pesadilla?

Lo único rescatable de esa noche fue la actuación de Javier Valdés; sin duda, el mejor actor de su generación y cuya sólida capacidad histriónica habría sido puesta a mejor uso si se le daba a leer la guía telefónica. Por momentos se notaba como los ojos le brillaban anunciando la aparición de lágrimas. Tal vez pensaba: cómo me dejé meter en este budín.

Y bien, llegamos al final. Ahora sólo falta revelar el nombre de la “comedia romántica” la que sin duda se lleva el premio al peor título de una pieza de teatro. El título que el Sr. Alonso Alegría escogió para su obra teatral es: Para morir bonito. 

Recomendamos sinceramente al Sr. Alonso Alegría que cambie de pieza y muera bonito.



2 de septiembre de 2009

LA DIOSA Y EL MOCOSO SUERTUDO










Lo bueno de llegar a la sexta década de vida es que hechos ocurridos en la adolescencia y olvidados desde hace mucho tiempo regresan a la memoria con claridad. Así resulta que lugares, olores, atmósferas se agolpan en el cerebro y piden atención inmediata. Algunas reminiscencias son gratas, otras no. Estas líneas tratan de una vivencia única, las que he decidido compartir con ustedes.

Allá por 1957 residía con mi familia en la ciudad de Nueva York. Yo tenía catorce años y estaba deseoso de conocer mi patria, el Perú. Después de muchos ruegos logré que mis padres me enviaran a Lima a iniciar mis estudios de secundaria en un colegio seudo inglés llamado San Pablo, ubicado en el templado distrito de Chaclacayo.

Aunque este no era mi primer viaje en avión, sí era el primero que realizaba solo.

Ya en el aeropuerto, de pronto advertí -mientras mi padre hacía la cola para conseguirme el pase de abordaje- que una multitud de fotógrafos haciendo una terrible algarabía que incluso ahogaba el altoparlante del aeropuerto se aproximaba hacia donde yo me encontraba. Serían las diez de la noche y la tecnología de aquel entonces proveía una iluminación que hoy en día sería calificada de penumbra. Pero los continuos destellos de luz de las pesadas máquinas fotográficas modificó la rutina: la nueva luminosidad creaba un ambiente de medio día.

“¡Mira aquí, linda!” pedía uno. “¡Mira para acá, muñeca!” reclamaba otro. Con cada grito mi curiosidad crecía. ¿Quién puede concitar tanto interés? Finalmente, a insistencia de la policía neoyorquina, elegantísima en su uniforme azul marino, la esfera humana se abrió y una diosa envuelta en pieles, con oscuras gafas se acercó al mostrador donde fue atendida de inmediato. Desesperados, los reporteros gráficos no ahorraban esfuerzo para vencer la barrera policial y lograr el ángulo apropiado que les garantizara la foto que saldría al día siguiente en primera plana. Mientras esto sucedía, mis ojos no cesaban de parpadear ante los centelleos que emanaban de las cuadradas cámaras negras.

No recuerdo donde estaban mis padres en aquel instante. Tampoco hice algún esfuerzo por ubicarlos. Mi atención estaba clavada en aquella desconocida dama.

De súbito la fémina volteó, y, después de mirar a los que resultaríamos ser sus compañeros de vuelo, sin musitar una palabra ni reflejar la más mínima emoción brevemente apuntó su dedo índice en mi dirección. No entendí por qué me había singularizado. De pronto uno de mis hermanos mayores me dio un tosco palmazo en la espalda y me felicitó por mi suerte. ¿Cuál suerte?, respondí. Fue entonces que me informó la identidad de la diosa. Mocoso suertudo. ¿No sabes que Silvano Mangano, la famosa actriz italiano, ha pedido que le asignen un asiento al lado del tuyo?

Pero, ¿por qué querrá sentarse a mi lado? Esta pregunta me intrigó hasta subir al cuatrimotor. Cada fila tenía cinco asientos. Dos a la izquierda y tres a la derecha. No fue por azar que a mi afamada compañera y a mí nos tocara el lado izquierdo. Una vez que nos sentamos: ella, junto a la ventana, y yo, al lado del pasadizo, la venus se quitó las gafas, acercó su cabeza y seriamente me miró a los ojos. Al instante entendí el mensaje. Por ningún motivo deseaba ser molestada durante el viaje.

De haberse sentado al lado de un hombre adulto, éste le habría hecho insufrible el viaje con requerimientos de palabra o acción. Pero, para un hembrón de veintisiete años, controlar un joven adolescente era cosa fácil.

Finalmente el avión decoló. Durante unos diez minutos debo haber mantenido los ojos clavados en el respaldar del pasajero que iba delante de mí. Después el valor venció mi temor y lentamente giré la cabeza hacia la hermosa mujer y comprobé que había cerrado sus enormes ojos y que posiblemente ya estaba dormida. En aquellos años el vuelo de Nueva York a Miami demoraba de diez a once horas, según las condiciones atmosféricas. Confieso que durante todo el trayecto no logré dormir ni un instante. Pocas veces le quité la vista de encima. Estaba junto a una de las mujeres más bellas de la creación y no pensaba perder un instante.

Olvidaba mencionar que a pesar de mis pocos años yo ya conocía a Silvana Mangano. Resulta que un compañero de clase era hijo del administrador de una sala de cine que sólo pasaba películas europeas. Y así fue que, cierta tarde, el buen señor, previo juramente que no le diríamos nada a nuestras madres, nos dejó pasar a una matinée en que pasaban Arroz amargo (Riso amaro) de Giuseppe de Santis; la película que hizo célebre a mi compañera de viaje, a la bella mujer que a la salida de la función, en silencio, juré amar siempre y alguna día casarme con ella.

De pronto aparecieron adversarios. ¡Cuándo no! Eran los hombres que iban abordo, los cuales se paseaban en fila india de un extremo al otro de la nave, una y otra vez, con el propósito de atisbar aunque fuera por un segundo a la mujer que había interpretado el rol de la trabajadora de los arrozales; a la sensualísima obrera de labios carnosos, ojos llenos de ingenuidad y largas y hermosas piernas.

Pobres mortales, la diosa, aún dormida, exudaba sensualidad.

A empujones la aeromoza logró que los mirones volvieran a sus asientos y dejó a la mujer más erótica de la época sola con quien, sin duda, era un mocoso inocente.

Las horas no tardaron en derretirse. Einstein tenía razón: el tiempo es relativo. Cuando se está al lado de una mujer bella, una hora semeja segundos. Cuando se está sentado sobre una estufa, segundos parecen horas.

De pronto el capitán del avión con su abúlica voz se encargó de romper el encantamiento con el anuncio que en minutos arribaríamos a la ciudad de Miami. La bella durmiente despertó sin la ayuda del joven príncipe; sin que éste lograra posar sus labios sobre los de ella.

Una vez en el terminal aéreo de Miami donde me aprestaba a hacer la conexión con el avión que me trasportaría a mi destino final, advertí el paso de una ruidosa esfera de gente, la misma que súbitamente paró frente a mí. El círculo se abrió y la diosa venusiana -envuelta en pieles- con una mano levantó sus enormes gafas oscuras me dirigió la mirada y llevándose la otra mano a la boca me sopló un beso el cual aterrizó sobre mis labios hasta entonces virginales. La esfera se cerró y continuó su trayecto a la puerta donde la esperaba una limosina.

Mientras me ajustaba el cinturón de seguridad, sentado entre dos viejas, enormemente gordas, reflexionaba si aquel beso era el agradecimiento a su ocasional custodio o tal vez era una muestra de su amor por mí. De pronto mi pensamiento se dirigió a lucubrar sobre cómo sería mi nuevo colegio.

JOSÉ ANTONIO BRAVO Y LO REAL MARAVILLOSO







PETROPERU, a través de su Departamento de Relaciones Corporativas, ha tenido el acierto de organizar diversas actividades literarias que se realizarán en el contexto del 30° aniversario del Premio Copé y los 40 años de vida institucional de la Empresa. 

Entre los importantes eventos culturales resalta el ciclo de conferencias «Cinco lecciones literarias sobre lo real maravilloso» el mismo que estará a cargo del eminente escritor, intelectual y maestro universitario Dr. José Antonio Bravo. El Dr. Bravo es una de las más calificadas autoridades mundiales en el tema del fenómeno latinoamericano de lo real maravilloso.

Sietejeringas considera que esta es una oportunidad que tanto escritores como amantes de la literatura no pueden pasar por alto.


Ingreso: Al público en general


Horario: de 7.00 a 8.00 p.m.


Días: martes 1, 8, 15, 22 y 29 de setiembre de 2009


Lugar: Sala de Conferencias de PETROPERÚ


Estas actividades de alto nivel cultural se llevarán a cabo gratuitamente en la Oficina Principal de PETROPERÚ (Canaval Moreyra 150, San Isidro)



















INGRESO LIBRE