A continuación damos a
conocer la entrevista que el escritor y periodista, Carlos Sotomayor, realizó al
narrador Gonzalo Mariátegui:
1.
Siempre me da curiosidad cómo se gestan las novelas. ¿Cuál fue la idea o la
imagen que fue el disparador de lo que finalmente es Memorias de un pícaro
llamado Misterio?
Cierta calurosa tarde de febrero,
allá por el año 2012, mientras desempolvaba los libros de mi biblioteca, encontré
en un recóndito estante un viejo y tieso ejemplar de “El lazarillo de Tormes”,
novela corta, fundacional del género picaresco (1554). Aquel momento fue el reencuentro
de dos viejos amigos que por motivos desconocidos hacía años que no se miraban
las tapas. De inmediato abandoné mis tareas y luego de leer la novela dos veces
ese mismo día, caí en la cuenta que la literatura peruana no registraba una
novela picaresca de autoría nacional, a pesar que el medio social peruano
aportaba todos los elementos necesarios para escribir una excelente novela de
este género. Sentí que había un vacío importante que llenar. Esta toma de
consciencia fue el disparador que en aquel momento me comprometió a escribir
“Memorias de un pícaro llamado Misterio”.
2.
¿Qué te llevó a escribir una novela picaresca? ¿El Lazarillo de Tormes ha sido
una influencia?
En cuanto a qué me llevó a
escribir una novela picaresca, puedo decirte que en este género encontré el medio
adecuado para dar vida a un joven que llamaría Misterio y que, además de ser
entrañable, de clase baja, sin familia, amoral y que, a pesar de los contratiempos
que sufre en el curso de su existencia, no renuncia a su terca ambición de
triunfar en la vida, la cual es la realidad de muchos jóvenes en el Perú.
El lazarillo de Tormes ha
constituido una influencia enorme para mi novela en la medida que, en ambas, no
hay héroes tradicionales (realizadores de grandes proezas dignas de admiración
y aplauso). Los protagonistas (Lázaro y
Misterio) resultan ser los antihéroes de sus respectivas novelas. Son profundamente
humanos.
3.
Tienes un método particular para ponerle los nombres a tus personajes. Siempre
hay una historia detrás de cada nombre. ¿Cómo fue en este caso, con los nombres
de los personajes principales?
Siempre he creído que los
nombres influyen en las personas, tanto en la vida real como en la ficción, y que
los personajes actúan de acuerdo o en contra del significado de sus nombres. Robert
Luis Stevenson nunca reveló la razón que tuvo al poner los nombres a sus
personajes en su “Extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde”. Herman Melville
tampoco indicó el motivo que puso Moby Dick como nombre a la ballena blanca.
Stevenson y Melville se llevaron a la tumba su secreto. Yo pretendo hacer lo
mismo. Es al lector a quien corresponde descifrar el nombre del personaje.
Si el lector no se da la
molestia de descifrar el significado de los nombre dentro del contexto de la
narración, es porque él o los protagonistas principales no le han interesado.
La novela no debe ser entregada al lector como papilla. El lector debe masticar
y rumiar el texto hasta llegar al núcleo del mismo. Solo así descubrirá el
secreto del autor. Pero si no se da la molestia de hacerlo, entonces el secreto
seguirá siendo patrimonio exclusivo del autor.
4. Empezaste escribiendo y publicando libros de cuentos. ¿Cómo es actualmente tu
relación con el género breve? ¿Sigues escribiendo cuentos?
Cuando realizaba mis
estudios generales en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos,
comencé a escribir poesía como la mayoría de mis compañeros de estudios. Por
suerte la gran mayoría de mis poemas fueron destruidos. Eran poemas de amor. Y
los poemas de amor usualmente quedan en posesión del ser amado, quienes muchas
veces se rehúsan a devolverlos, a pesar de su pobreza artística. Este último ha
sido mi caso.
El paso siguiente fue el
género breve. Sin duda, escribir cuentos me ha proporcionado muchas
satisfacciones. Este género constituye una lucha permanente por encontrar la
palabra exacta, producir una sorpresa en el lector. Admiro a Julio Ramón
Ribeyro por encima de todos los cuentistas peruanos. El decálogo de Julio Ramón
es un valioso legado destinado a todos los que escriben cuentos. Sean estos novicios
o autores consagrados.
Actualmente estoy más
dedicado a la novela, pero en cualquier momento puedo regresar al cuento. Por
lo pronto tengo proyectado publicar en un tomo mis tres libros de cuentos,
incluyendo algunos inéditos. Han pasado más de quince años desde la última
publicación y creo que pueden seguir gustando. A cierta edad los proyectos literarios
deben ser cortos, porque en cualquier momento y sin aviso previo, se puede uno mudar
de barrio.
5.
¿Qué encuentras en la novela que no lo haces en el cuento?
Por excelencia, el cuento es
brevedad, economía. Es la bala que sale del cañón en una sola dirección. La
novela, de otro lado, es el árbol que a medida que crece va produciendo
múltiples y frondosas ramas. La novela permite el ingreso y salida de
personajes secundarios sin disminuir el valor de la trama. En el cuento, sin embargo, el exceso de
personajes puede ser la razón de su fracaso.
6.
Como muchos saben, además de publicar esta novela picaresca, inauguraste no
hace mucho una muestra de tu obra plástica. ¿Cómo combinas estas dos apuestas
artísticas: literatura y artes plásticas, más allá de que se encuentren en tu
novela anterior que gira en la historia de un pintor?
La literatura y las artes
plásticas tienen en común la ambición de crear belleza. Y en mi caso, toda
actividad orientada en esa dirección, me atrae. Estoy imantado a la belleza. A
veces siento la urgencia de pintar sobre el lienzo, otras veces siento la
premura de pintar con palabras. A veces soy pintor, otras veces soy escritor.
Siempre acato mis inquietudes creativas.