Víctor Humareda en su dormitorio-taller de pintura en el desaparecido Lima Hotel (La Victoria).
Allá por la sétima década del siglo XX -durante aquella hedionda época denominada "el velascato"- cierta tarde tuve la suerte inconmensurable de caminar por el Parque Central de Miraflores en compañía de mi amigo el genial pintor puneño Víctor Humareda.
Hablamos de Rembrandt, Goya y otros temas igualmente trascendentes.
Inesperadamente sobrevino el silencio, aquel silencio tonto, odioso que no tarda en bifurcar a los mejores de los amigos. ¿Qué hacer? Deseaba continuar la conversación. ¡La conversación debía continuar! Había tantas cosas que quería escuchar de Humareda: el artista marginado, mal pagado, nuestro pintor maldito por excelencia. El artista que sufría, el hombre que contraponía el humor al menosprecio que padecía.
En aquel entonces la plástica peruana vivía momentos difíciles. La Directora del recién creado Instituto Nacional de Cultura había despedido sin ambages y cual impertinente criado a don Juan Manuel Ugarte Eléspuru, el más calificado Director que ha tenido la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú. Desde entonces todo ha sido cuesta abajo en aquel centro. Pero volvamos al parque Central.
La pintura y las artes plásticas en general eran motivo de una implacable satanización por parte de las "autoridades culturales". Se argumentaba que los artistas nacionales estaban al servicio de los ricos, de aquellos que podían adquirir sus obras; cuando, al parecer de la cultura oficial, los artistas debían estar al servicio del pueblo.
La pregunta no tardó:
-- Víctor, ¿para quien es el arte? ¿Para la elite o para el pueblo?
Humareda paró en seco y levantó la cabeza hacia lo más oscuro de las copas de los altísimos y frondosos árboles del parque, como quien acude en busca de inspiración divina. De pronto bajó la cabeza y dirigiéndose a mí, proclamó:
-- ¡Para la Humanidad!
De inmediato seguimos caminando. Ninguno de los dos habló más aquella tarde.
MUY BUENA E ILUSTRATIVA ANECDOTA.
ResponderEliminarSALUDOS,
Gracias. Ya vendrán otras anécdotas de Humareda. La verdad es que tuve la suerte de cultivar su amistad y conozco algunos de sus sufrimientos. Hubo oportunidades que fui protagonista de segundo plano.
ResponderEliminarVerderamente un lujo, lo felicito por compartir su experiencia y enseñarnos un poco más el mundo de este pintor maldito, grande, Victor Humareda.
ResponderEliminar