En "Elogio de la locura" Erasmo de Rotterdam (1466/69 - 1536) se rie de las pequeñeces de la condición humana y uno a uno va analizando los distintos disfraces que hombres y mujeres asumen durante su estancia terrenal, sea como filósofos, teólogos, reyes, cortesanos, escritores, aduladores, charlatanes, audaces, etc.
"Elogio de la locura" es eso y mucho más, como bien lo saben quienes lo han leído. Pero para quienes aún lo desconocen les recomendamos que prontamente cambien de orilla. Su lectura es amena y punzante y con suerte su punto de vista de la vida variará; esperemos, al igual que Erasmo de Rotterdam, que sea para mejor.
Y si bien es cierto que en pocos años se cumplirá el medio milenio en que fue escrito, podemos afirmar que su contenido es de una actualidad sorprendente; lo cual, en verdad, no debe sorprendernos pues el hombre sigue tan vano y necio como el primer día en que fue colocado en este planeta, el cual con indesmayable ahinco se propone destruir.
Este post se refiere a la actividad de los escritores según "Elogio de la locura" de Erasmo.
"...De la misma estofa son los que creen que escribiendo libros van a alcanzar la celebridad, sin darse cuenta que los unos los escriben influenciados por mí (LA LOCURA) y los otros, los que se expresan con mesura y doctamente y a quienes ningún reproche puede oponerle Persio y Lelio, trabajan con el mismo fruto que los anteriores. Con la diferencia de que los sabios se hallan sometidos al voluntario tormento de modificar muchas veces sus escritos, suprimiendo, añadiendo, aclarando, rehaciendo y por último guardándolos en un cajón, hasta que al cabo del tiempo los sacan a ver qué efecto les hace y vuelven a rectificar antes de darlo a las prensas. Digo que estos autores son los más dignos de lástima.
Horacio guardó la mejor de sus obras nueve años y cuando al fin la publicó dijo que no le gustaba como había quedado. La vana recompensa de recibir el aplauso de unas cuantas personas les cuesta muchos desvelos, mermas en su sueño, don precioso sobre todas las cosas; preocupaciones y cuidados que alteran su salud cayendo con frecuencia en una vejez anticipada, siendo víctimas de oftalmías y cegueras, sin contar los sufrimientos de las rivalidades y envidias que suscitan o que ellos sienten hacia otros. ¿Puede ser una compensación de todo esto el deleite de la lisonja que le tributan otros cuántos infelices como él?
En cambio, el escritor que yo (LA LOCURA) protejo es tanto más feliz cuanto mayor es su extravagancia porque todo cuanto se le viene a las mientes lo escribe y lo publica sin la menor sospecha de que aquello es una sandez. Desde el primer momento lo reputa por genial. A éste no le importa que le desdeñen tres o cuatro sabios si es que lo leen. En compensación, el público suele aclamarle.
Existe, asimismo, toda una caterva que se distingue por su dedicación a dar como propio lo ajeno, es decir, a plagiar, y aunque más tarde o más temprano se descubre la superchería, disfrutan durante algún tiempo de la alabanza de las gentes y aun del producto del trabajo de otro. La nombradía les envanece y se ponen muy huecos y sonrientes cundo se les señala al pasar por la calle y se les mira con curiosidad y admiración. Pues no digamos su profundo halago al ver las portadas de sus libros en los armarios de las librerías. Miran allí su libro extasiado como si fuese la cosa más importante del mundo y, ¡por Hércules! la verdad es que no contiene otra carga que palabras hueras..."
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