19 de noviembre de 2010

CUENTO: LA GALERÍA DE ARTE





   


Llevan ya casi dos horas sentados, el uno frente al otro, en la cafetería de la galería de arte, sin pronunciar una sola palabra. Alguna vez fueron amantes, pero la relación amorosa concluyó hace diez años cuando ella aceptó la realidad que él nunca se casaría con ella. Ahora sólo están unidos por el vínculo comercial.


A es dueña de la galería de arte moderno más prestigiosa de la capital. Y es su artista más importante, su engreído de largos años, el que durante décadas ha marcado los precios de venta más altos en el país.


De cuando en cuando cruzan miradas, pero rápido dirigen la atención hacia lugares opuestos. La situación es tensa. Hoy es un día importante, decisivo. En breves minutos se determinará si Y continua como artista exclusivo y principal de la galería o si se va. 


Si Y se va, A pierde poco, pues a diario recibe llamadas de jóvenes artistas que desean trabajar en exclusividad para ella y ofrecen reconocerle comisiones superiores a las que tiene contratadas con Y. 


Desde hace tiempo, A contempla la posibilidad de modificar su lista de artistas preferidos. La clientela ya no muestra interés por los cuadros de Y. Es que Y, desde hace diez años, no se renueva. Preséntanos novedades y te compramos, responden los clientes a los ofrecimientos de la marchand.


Los gastos de la galería suben en espiral y A urge de un artista que le produzca ganancias. En secreto A ha identificado a un candidato, el cual, con la debida promoción, rápido superará los niveles de venta que alguna vez tuvo Y. Pero, a cambio, el nuevo exigirá que Y se retire de la galería. Además, Y debe cerca de cien mil dólares a la galería por pagos a cuenta de futuras ventas. Con ese dinero ha estado viviendo los últimos meses, pero no hay señas de cuándo podrá pagar la deuda. 
Con las manos sudorosas, el artista mira el pesado reloj que cuelga en la pared y comprueba que faltan pocos minutos para las ocho de la noche, hora que la galería cierra las puertas al público, hora en que se decidirá su suerte. Pero, ¿por qué tarda Z? ¿Qué le habrá detenido? ¡Cómo odio A! Con las ventas de mis cuadros levantó la galería, compró un departamento en el barrio más residencial de la capital y ahora que paso por una breve mala racha me quiere desembarcar.


Con la vista fija en la ventana, A piensa en lo harta que está de Y, de sus poses de gran artista creador, de su incapacidad de captar clientes. Gracias a que durante años le he vendido sus cuadros ahora tiene un Porsche Carrera GT, una casa de playa y la casa-taller más importante de todos los artistas sudamericanos. Si no fuera un manirroto tendría una fortuna en el banco y podría retirarse con dignidad. Cuando entenderán los artistas que el éxito no es eterno, que detrás viene la jauría de los jóvenes.
De pronto, cuando el reloj empieza a dar las ocho campanadas, entra Z a la cafetería con un cheque de gerencia en la mano, girado a la orden de galería por cerca de cien mil dólares. Y lo toma y se lo entrega a la marchand. Ésta lo revisa, se pone de pie y mirando a Y le dice: 


--Conforme, tienes un año más para que las ventas aumenten.

--En seis meses tendrás más dinero de lo que puedes guardar en tu caja fuerte. 

--Así espero, responde A con parquedad y se retira de la cafetería.

--¿Supongo que el comprador quedó dichoso con el auto? pregunta Y a Z. 

--A una cuarta parte de su precio, yo diría que dichoso es poco, responde Z. 

--Para antes de fin de año tendré un carro mejor. 



--¿Y si no generas más ventas? Es tu final. En pocos meses tus acreedores habrán tomado tus demás bienes y te habrás quedado en la calle.


Y sonríe, toma a su amigo del brazo y mientras van caminando por la calle con dirección a la casa-taller, el pintor dice: 


--No seas negativo, siento que la inspiración me regresará en cualquier momento.


Atrás, en la galería, A cierra la puerta de su oficina y con otra llave abre la puerta que da a un ambiente privado, al que sólo ella tiene acceso. En el centro de la habitación hay una enorme jaula, de gruesos barrotes, de techo a piso. Adentro está la Musa de Y. 

La vendedora de cuadros mira a la Musa y le dice: 

--Habrá que esperar un año más. Entonces te diré el nombre de tu nuevo protegido.


2 comentarios:

  1. Ameno y entretenido, no me esperaba el final, muy bueno !
    Alvaro

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  2. Gracias. A mí también me gusto. Saludos y suerte.
    Gonzalo Mariátegui

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