16 de mayo de 2009

Teatro en el CCPUCP

               
             
Cécica Bernasconi



El mérito esencial de Saba consiste en el acierto con que maneja el conflicto. Sin conflicto no hay teatro. Por eso sólo dirige obras en que el conflicto se presenta desde el inicio. Lamentablemente, esta verdad nunca la llegarán a entender los narradores metidos a dramaturgos. Tal vez, si se hubiesen iniciado como dramaturgos y luego pasado a la novela, el tránsito habría sido más exitoso y en todo caso menos penoso.


W. Somerset Maugham dejó la medicina para escribir teatro y cuando se convirtió en el dramaturgo más exitoso de Londres -que no es poco decir- en consideración a la facilidad con que escribía diálogos, decidió pasar a la narrativa, llegando a convertirse en el novelista mejor pagado del mundo durante la década de 1930. Pero no todos los escritores son genios y hasta los más renombrados no conocen sus limitaciones.


Luego de esta aparente digresión, regresemos a Amores de un siglo.


El vestuario está bien logrado, especialmente en Señorita Julia. La escenografía con pocos elementos logra eficazmente su propósito.


La actuación, sin embargo, es dispareja. Alberto Isola no está en su mejor momento. Nos parece que se está repitiendo. Tal vez un año sabático le asentaría. No hay entusiasmo. Sin embargo, su pareja en la obra, Martha Figueroa, salva la situación en lo que a su tercio se refiere. Erika Villalobos, de otro lado, está muy bien en su papel de Nora en Casa de Muñecas. Desempeña con versatilidad su papel, pasando de manera convincente de mujer frágil y frívola a mujer valiente, con carácter, que no teme enfrentarse a la vida sin el apoyo de un esposo, imprescindible en aquella época. No exageramos cuando afirmamos que Erika Villalobos dará mucho que hablar en el futuro. Se acabaron las telenovelas para ella. En cuanto a Jonathan Day, su papel como marido de Nora carece de peso. Creemos que está más cerca a la pasarela que a las tablas. En cuanto a Cécica Bernasconi,el papel de Julia está hecho a su medida, le viene como anillo al dedo. Nadie en nuestro medio es capaz de hacerle la pelea. Cécica es, sin duda alguna, una actriz de primera. Es notable la manera en que con esos ceñidos pantalones de montar se pasea con látigo en mano por el escenario representando a una mujer voluntariosa para luego demostrar su fragilidad cual copa de cristal a punto de quebrar. Aldo Miyashiro está muy bien en el papel de Juan, el mayordomo. Cuando lleva pantalones de montar se siente igual a Julia y pretende fugar con ella, la hija del amo. En esos momentos el personaje de Miyashiro no teme a nadie, pero cuando viste el frac de mayordomo su interpretación cambia, es como si otro actor hubiera entrado en escena, sus hombros se doblan hacia adelante y la platea sufre con él la injusticia de la discriminación social que lo distancia de aquel amor imposible. Carlos Victoria, Irene Eyzaguirre y Ebelin Ortiz hacen muy bien sus papeles de apoyo. Siempre son garantía.


Finalmente, el desempeño de don Carlos Gassols merece párrafo aparte. Cada vez que ingresa a escena el público queda congelado. Los ojos de la platea lo siguen por todas partes a la espera de su parlamento o de algún gesto mínimo que puede resultar aun más elocuente. Sin duda es nuestro Laurence Olivier. Su agonía y muerte en las tablas no tiene par, cubre todos los borrones de la puesta. La obra está bastante bien lograda. No es tiempo perdido. La recomendamos.






1 comentario:

  1. Querido Gonzalo: La crítica sobre teatro decayó hace muchos años. A mí me gustaban mucho los comentarios de Alat, por lo inteligente y aleccionantes que eran. Ahora que te leo, veo que es posible ( ¡y de qué manera!)conjurar la nostalgia por una crítica de teatro que nos diga la verdad, que nos enseñe a valorar y a ver la escena como debe verse. felicitaciones por tu franqueza y tu sensibilidad para con ese bellísimo e incomprendido arte. Alberto Alarcón

    ResponderEliminar