22 de mayo de 2009

LA PALABRA DE JUAN MANUEL UGARTE ELÉSPURU


Hace diez años, por encargo de la magnífica revista ESPACIO, cumplí el honroso encargo de entrevistar a la persona que quizás ha hecho más por sacar adelante a la plástica peruana contemporánea. Los magníficos resultados que don Juan Manuel Ugarte Eléspurú (1911-2004) alcanzó al frente de la dirección de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú (1956-1973), no tienen parangón. A continuación van las lúcidas opiniones de este prohombre de la cultura peruana.

Maestro, ¿cómo fue que decidió dedicar su vida al arte?
Fue prácticamente a los 11 años de edad. Un día entré al salón de mi casa y había una estatua de un minero picando una mina, y con un papel lo copié. Entonces toda la familia se alborotó: “Es el tío Pancho” dijeron todos, refiriéndose a mi tío bisabuelo, Pancho Laso. Hice la primera demostración y desde allí empecé a trabajar. Pero mi iniciación al arte viene en España, yo estaba realizando mis estudios de secundaria en Madrid cuando recibí la invitación de uno de mis profesores, don Pío Retamoros, para que estudiara en una escuela nocturna que él dirigía. Era una escuela municipal que funcionaba de 7:30 a 10 de la noche. Ahí empecé con don Pío a aprender dibujo. Me llevaba a los museos. Fue mi primer formador. Don Pío era un maestro de dibujo, ex pintor frustrado que había terminado de profesor porque no había sacado como artista. Pero que sí tenía un alma muy vivaz, un espíritu muy abierto y de él recibí las primeras nociones de lo que es el arte y de lo que es la pintura. 
Cuando terminé mi educación en Madrid, vino mi padre y me llevó a Buenos Aires donde estaban mi madre y mis otros dos hermanos. Entonces, ahí decidieron que yo fuera abogado. Me matriculé en la Facultad de Filosofía y Letras, que según la educación de derecho en la Argentina eran los dos años previos que había que hacer para después pasar a la Facultad de Derecho. Hice los dos años pero cuando pasé a la Facultad de Derecho me pareció aburridísimo y entonces sencillamente por mi cuenta me matriculé en la Escuela Municipal de Arte. Ahí hice cuatro años y saqué un título de profesor de dibujo. Entonces recién mis padres se enteraron que no había estado estudiando derecho. Mi padre que era un ingeniero civil muy apegado a una lógica estricta y muy poco propenso a lo imaginativo, dándome unos golpecitos en la espalda, me dijo: “Hijo mío, cada cual tiene derecho a elegir su hambre. Tú quieres ser artista, allá tú”. Sin embargo, a pesar de que creía que un artista no era sino un bohemio sin oficio ni beneficio (¡tenía una pésima opinión!), no se opuso. Y aún, cuando yo más tarde después que me recibí en la Escuela Superior de Bellas Artes de Buenos Aires, con el título de profesor superior de pintura, sin embargo el me siguió manteniendo. Y durante los tres años que viví en Chile me pasaba una pensión. 

En la Escuela Superior de Bellas Artes de Buenos Aires, ¿qué maestro influyó más en su formación? ¿Y de qué manera?
Uno, excepcional y del cual yo tengo unos recuerdos muy agradecidos. Porque todo lo que yo he hecho después no son mérito mío; son los consejos y el ejemplo de mi maestro: don Alfredo Guido. Era un maestro con un sentido de apertura extraordinario.

¿En qué año se graduó usted en la Escuela Superior de Bellas Artes de Buenos Aires?
Yo no terminé los seis años de estudios. Porque me botaron de la escuela. ¿Por qué? dirá usted. Porque yo era presidente del centro de estudiantes de la escuela y expulsaron por comunista al pintor Castañino, compañero mío de taller. Fue un gran pintor. Ha muerto ya, hace muchos años. Es uno de los grandes pintores que ha tenido Argentina. Entonces yo me solidaricé con Castañino y publiqué un violento ataque contra la burguesía, el estado burgués. También yo era filo comunista en la época. Bueno, qué joven no lo es a esa edad. Entonces me botaron. ¿Y sabe usted cuando me he graduado en Buenos Aires? Cuando hacía seis años que yo era Director de la Escuela de Bellas Artes de Lima. Un ex compañero mío del taller, López Anaya, un excelente grabador argentino con el cual mantenía yo contactos, me dijo: “¿Pero por qué no vienes a Buenos Aires? Yo dirijo ahora la escuela superior. Ven, te hacemos un examen y te damos tu título”. Yo subí de Director en Lima en el año 56, era pues el 62; allí fui y me hicieron un par de preguntas, hicimos una farsa de examen y después me dieron un gran almuerzo de despedida. Concurrieron todos mis ex compañeros entre los cuales estaban los más distinguidos jóvenes pintores de la época. Todo lo que yo he hecho después en Lima no es invención mía. Yo lo que he hecho es recordar lo que ha había sido mi escuela. Así que no es mérito mío. El mérito es de mi maestro, Alfredo Guido.

¿Por qué y para quién pinta Juan Manuel Ugarte Eléspuru?
Podría decirle: ¿por qué no me pregunta por qué come usted y para qué duerme usted? Son cosas que salen de la naturaleza misma de uno. Pinto porque eso es lo único que he hecho en mi vida. Yo no he trabajado nunca en nada. Nunca he sido empleado de nada. No he producido nada. Todo gira alrededor del arte. Y lo que tengo, lo he conseguido con el ejercicio de mi arte.

¿En sus años mozos cultivó la bohemia? Me refiero a sus años de Buenos Aires, Santiago y Lima.
En cuanto a bohemia, nunca he sido bohemio. Jamás. Siempre he sido niño bien. Siempre muy bien vestido. Bien mantenido por mi padre. Y después cuando ya yo tuve mis propios medios he seguido siempre en lo mismo. No soy el tipo de bohemio como fue Sérvulo o como fue Humareda, por ejemplo. A ambos los he querido mucho. Han sido grandes amigos míos. Pero yo nunca he sido bohemio. Yo siempre he sido el niño Juan Manuel Ugarte Eléspuru, hasta ahora de viejo.(Ríe ampliamente) .

Cuando está pintando, ¿acepta la presencia de terceros en el taller o prefiere trabajar sólo?
Prefiero trabajar solo. Es más, yo solamente he usado modelo cuando fui estudiante. Después, nunca. Siempre pinto de imaginación. Digamos lo veo a usted y si necesito pintar la persona de un hombre, recuerdo sus rasgos. En cambio cuando pongo modelo, me da sueño mirarlo.

Además de su amplia producción plástica usted ha publicado seis libros - todos enjundiosos - de diferentes temas: Lima, los limeños, el arte colonial, el arte contemporáneo, entre otros. ¿Tiene algún otro en preparación?
En la actualidad tengo tres más. El próximo que ya está prácticamente listo y que pienso publicar a fin de este año o tal vez el año entrante, se llama Monumenta limensis. Abarca todo lo que Lima ha sido hasta 1940, en que Lima deja de ser la Lima que fue la nuestra, y se convierte en una Lima de hoy, a la cual no me siento vinculado.

Y en cuanto a muestras pictóricas, ¿qué novedades hay?
Estoy trabajando en una gran muestra a realizarse en el Palacio Osambela (Conde de Superunda 298, Lima) del 1º al 25 de setiembre próximo, en homenaje a la Escuela Nacional de Bellas Artes, con la participación de más de 190 expositores; todos profesores, ex profesores y alumnos egresados. En esta muestra mostraremos todo la que la escuela ha dado en los últimos 50 años de su existencia.

Regresando a la pintura, ¿usted ha cultivado la pintura de caballete, así como la pintura mural, ¿En cual de estas técnicas usted se ha sentido más a gusto?
Yo siempre me consideraré un pintor muralista, como era mi maestro, Alfredo Guido. Logré pintar aquí en Lima el entonces mural más grande en dimensiones, que está en la antigua iglesia de Santo Tomás: 14 metros de alto por 9 metros de ancho. Tiene setentitantos personajes de tamaño natural y los centrales son de 3,5 metros cada uno. Después pinté un mural en el Ministerio de Educación, porque en 1945 hubo una efervescencia muralista en Lima. Hubo varios. Springet, por ejemplo, hizo magníficos murales. Quízpez Asín, también, muy buenos murales. Y años después, Nuñez Ureta; pero después, no junto con nosotros. Pero todo eso quedó en la nada. Somos un país de paradoja quienes deberían haber sido los protectores de la pintura mural debió ser el régimen de Velasco que se decía populista y los murales son, ante todo, una pintura de masa; que son para ser vistos en sitios por miles de personas a la vez, y no en una habitación cerrada, para el goce de un solo propietario. El mural es, ante todo, una comunicación masiva como lo fue en Italia en tiempo del Renacimiento. El techo de la Sixtina está hecho para que miles de gentes lo vean.
He pintado mucho de caballete pero siempre de imaginación. Pocos retratos, pero eso sí: con modelo; porque se trataba del retratado. Pero en general toda mi pintura se ha referido siempre al Perú. Yo no he tratado temas de afuera, siempre del Perú. No soy indigenista pero sí he pintado mucho al indio. Pero no lo he pintado como los indios de Sabogal, es decir con los ponchos colorados, sino en su esencia, en lo que es el espíritu de la raza. En eso discrepé siempre con Sabogal.

¿En el acto creativo cuánto hay de transpiración y cuánto de inspiración? Y ¿qué importancia le atribuye al talento?
Con el talento se nace. Con la transpiración, con el esfuerzo uno se hace. Luego está también, en algo, la buena suerte. Hay quienes nacen para ser estrellas y quienes nacen para ser estrellados. Depende de la suerte. Yo no me puedo quejar, porque a mí siempre me ha ido muy bien.

Como maestro de amplia experiencia, ¿considera que el hábitat en que crece el pintor condiciona de alguna manera su paleta?
Naturalmente. El pintor depende de las circunstancias que lo rodean. El clima en que se desarrolla, así como las condiciones propias de cada individuo tienen diferentes impactos. Hay quienes reciben muchas contrariedades y eso les aplasta o los hace rebotar hacia arriba. Es decir, cuanto más dificultades, más capacidad de lucha y ese es el papel de aquellos pintores que se conocen un poco con el nombre de pintores malditos, que llevaron una vida miserable y han dejado una obra maravillosa. Por ejemplo: Van Gogh. Van Gogh era el prototipo del pintor maldito. Otros, como Rafael, es el prototipo del pintor a quien todo se le dio desde su infancia con todas las facilidades. Lo único que se le negó fue la vida, porque muere a los 36 años. Es decir si este hombre hubiera llegado a los 60 u 80, cuántas cosas más habría hecho. Pero eso sí, los 36 años fueron de un absoluto halago permanente.

De su vasta creación pictórica, ¿cuál es el cuadro que, hasta el momento, más satisfacción le ha dado pintar?
El mural de Santo Tomás.

¿Cuáles son los elementos que más caracterizan la plástica peruana de la segunda mitad del siglo XX?
El haberse abierto al universo y estar al unísono con todo el universo. Desgraciadamente ahí hay un peligro y que ahora se acentúa con la famosa globalización en que todos nos vamos a parecer iguales; y va a dar lo mismo nacer en Estocolmo o en Huancayo.

Para usted, ¿a nivel mundial, cuál sería el pintor y el escultor más representativo del siglo XX?
Como escultura evidentemente el inglés, Henry Moore. No hay nada que hacer. Y como pintura, Picasso. Después de Moore y después de Picasso, ya no hay nadie. ¿Quién hay ahora en la gran escultura? Nadie. ¿Quién hay en la pintura? ¿Quién es ese personaje único, cuspital, la gran cumbre? No lo hay.

Y tratándose de la plástica peruana, ¿qué tres pintores no se desvanecerán en unas cuántas décadas?
Mire eso es muy difícil de precisar, porque hay pintores que pintan a la moda de lo que se lleva. Esos son pintores muy publicitados, que se habla mucho de ellos, salen en todas las fotografías de todas las publicaciones y son nada más que apelativos del momento. ¿Permanecerán en esa misma postura dentro de 50 años? Puede que sí, puede que no. Pero en todas las épocas ha habido grandes artistas y otros que, en su época... le voy a dar un ejemplo clásico. Hay un pintor del que usted no ha oído hablar nunca, que se llamaba Dal Altisimo. Fue posterior a Rafael. Lo consideraban divino, mejor que Rafael. Hoy día nadie se acuerda de él. Es decir fue un hombre que halagaba el gusto del momento; y un arte que se dedica a hacer pintura para decorar salones privados, ese es un arte siempre de snobs y que sirve al snobismo del momento. El arte hondo, profundo, generalmente es contrario a eso y no es además gustado por ese tipo de adquirente para decorar su salón.

Si fuera posible viajar al pasado, ¿ a qué artista le gustaría conocer y qué obra le gustaría ver ejecutar?
Es tan vasta la producción de arte hasta mediados del siglo 19 que es difícil decir qué, pero si usted me dijere ¿en qué época le hubiera gustado vivir? Yo le diría en el Renacimiento y tal vez, algo en el Barroco, aunque en el Barroco ya comienza la decadencia. Ya comienza la decadencia. Pero elegir el nombre de un artista... Si elijo a Rembrandt, estoy eliminando a Goya; si elijo a Goya, estoy eliminando a Velázquez; si elijo a Velázquez, elimino a todos los otros. Es decir cada uno, como le digo, es circular entre cumbres, después hay cerro de cerros, después hay cerritos, después colinas y después valles profundos.

Si tuviera la oportunidad de retirar legalmente de cualquier museo del mundo un cuadro para su propia colección ¿ cuál escogería?
Un cuadro... Las Meninas.

¿Deben privatizarse los museos del Perú?
Están tan desatendidos que casi tengo la tentación de decirle que sí, pero preferiría que no. 

¿Qué opina de la creación en el Perú de un Ministerio de la Cultura?
Absolutamente necesario, porque no debe depender de otro ministerio - que en este caso es el Ministerio de Educación - por una razón muy simple: un Ministro de Educación, por bien intencionado que sea, por muy interesado en la cultura está ahogado, presionado por los enormes problemas que tiene un medio subdesarrollado como el nuestro en que la educación tiene que luchar con una cantidad de dificultades, entre ellos el mal pago de los profesores. Todo eso absorbe las energías de un ministro. Y cuando se habla de cultura solamente la usa como flor de solapa para decir discursos. En cambio un Ministro de Cultura se tiene que dedicar única y exclusivamente a las tres cosas que tiene que hacer el Ministerio de Cultura: promoción, investigación y protección. Promover: pagar investigadores, pagar investigaciones arqueológicas, pagar exposiciones, mandar gente al extranjero y concurrir a los grandes concursos de arte con los pintores peruanos. Protección: el Perú es un inmenso tesoro cultural, totalmente abandonado y en manos de las depredaciones de los huaqueros. Se necesita que el Estado gaste grandes cantidades de dinero en cuidar; pero que no vengan los extranjeros a hacerlo, porque qué ocurre con los arqueólogos extranjeros que vienen: se lo llevan todo a su país. Y hay una serie de estudios hechos sobre cultura peruana que no están publicados en español, nunca, sino solamente en inglés o en japonés. Eso necesitamos que sean hechos por peruanos y para peruanos y con una finalidad: desarrollar el sentido de orgullo de ser nosotros.

¿Y en esta época cómo se puede reconocer una obra de arte? ¿Cómo se sabe que uno está ante una obra de arte?
Es muy difícil porque la tenemos delante de la nariz. Para juzgar el arte en su valor real hay que tomar cierta perspectiva, cierta distancia. Con un espíritu equilibrado y ecuánime, se puede hacer intelectualmente eso. Pero normalmente todos los juicios que emitimos sobre las cosas que vemos están impregnados de la presión de las circunstancias sobre nuestra propia mente. No sabemos en realidad si eso que ahora decimos “fulano es un gran pintor, ¡maestro extraordinario!” De repente no es verdad. No es sino publicidad. No es sino gente que te viene a hacer interviews, y te hace cualquier cosa y resulta que el tipo no es nadie. Solamente el tiempo, mi querido Mariátegui, es el decantador. El dirá lo que cada uno fue y a cada uno lo colocará en el pedestal que le corresponde. Nosotros no nos podemos juzgar a nosotros mismos, porque todos queremos estar en el pedestal más alto. Y todos nos sentimos el número uno. Eso es lícito, está muy bien, porque sin eso no se podría luchar. Pero el tiempo dirá: este aquí, este otro allá, el otro acullá. Es decir cuando la obra de un artista sobrevive al tiempo y todas las generaciones que suceden encuentran nutrición y en diferentes aspectos, porque lo que nosotros admiramos hoy en día en Velázquez no es lo que admiraban sus contemporáneos.

Maestro, ¿qué es la belleza para usted?
Bueno, también depende mucho de las circunstancias. Para mí la belleza es la relación armoniosa de todas las formas de expresión en una obra de arte, en fin, en pintura, en poesía, en música. Los sistemas de expresión son diferentes. Y el arte hasta hace unos 50 años buscaba llegar a la expresión de lo sublime. El arte actual en lugar de tender hacia lo luminoso, desciende hacia lo profundo, se hunde en todos los estratos más oscuros y abismales de la personalidad humana. Es el clima de la época. Es la consecuencia del freudismo, el psicoanálisis. Son formas de ver diferente. A mí no me gusta la pintura abstracta. Pero yo no puedo decir que el arte abstracto sea una porquería. ¡Qué ocurrencia! ¡Hay obras abstractas muy notables! Dentro de sus paneles de expresión llegan a dar un clima de comunicación. Son respetables ahora, otras no. Pero también pasa en lo figurativo igual. Hay de la tapa de la revista “Para ti”, hasta la Capilla Sixtina. Eso es todo. De manera que todo depende del momento del talento selectivo del que ha ejecutado la obra para lograr desterrar lo aparencial e ir a lo esencial. Todo arte que busque la expresión de la esencia es un arte que está ascendiendo hacia la altura. El grado que llegue en esa altura depende del talento que Dios o la naturaleza o lo que usted quiera le ha dado al individuo. Lo otro es satisfacer el gusto del momento, agradar a la gente que le compra cuadros “ Ay, qué bien me queda esto al lado de las cortinas y el sofá que tengo en la casa”. Eso no es arte. A lo más es decoración. La decoración es una amable relación de formas parasensorial y externamente agradar a la vista. Pero si usted, entre los 600 retratos que pintó Rembrandt, ve su último autorretrato, “El hombre del chal amarillo”, ese es para tirarse al suelo de reverencia. Porque es todo el dolor de una vida, descendida a lo peor, a la miseria, al desconocimiento, después de haber conocido la gloria y la fortuna. Todo está representado en ese hombre que sonríe además, pero con una sonrisa que es casi una mueca. Y la forma como está pintado, los toques de pincelada suelta dan una vibración que, para mí, es de todos los retratos de Rembrandt el más genial de todos; siendo que tiene magníficos retratos. Pero es “El hombre del chal amarillo”... si yo pudiera robármelo y traerlo, iría por él. Más que por cualquier cuadro de Rafael o el Tiziano, a quien yo admiro, pero “El hombre del chal amarillo” y no sé si más, hasta los de Velázquez. “El hombre del chal amarillo”. Iría por él.

2 comentarios:

  1. es muy interesan todas sus pinturas ya k ahora la gente ya no le interezan tanto las cosas nacionales k bueno k gente o personas como el esten recordando cosas k no valoramos

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  2. El maestro Juan Manuel Ugarte Eléspuru fue un hombre muy valioso para la cultura peruana del siglo XX. La Escuela Nacional de Bellas Artes tiene con él una deuda impagable.

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