José Francisco Mariátegui (el amigo)
José Diez Canseco Pereyra (1904 - 1949), fue un destacado escritor y periodista peruano. Es considerado el precursor del realismo urbano en el Perú.
En el curso de su breve y fecunda vida escribió numerosos relatos, muchos de los cuales han alcanzado niveles pinaculares en la literatura peruana. Bastará mencionar "Gaviota", "Estampas mulatas" y "El trompo".
Asimismo, fue autor de la novela "Duque", la más brillante y corrosiva crítica a la oligarquía peruana. Con "Duque" la novelística peruana se pone los pantalones largos y, al parecer de los entendidos, es la novela precursora a "Un mundo para Julius" de Bryce Echenique.
José "Pepe" Diez-Canseco y familia (René Gonzáles Barúa, su esposa, y sus hijas, Carmen Rosa y María de la Cruz) han sido -porque lamentablemente con excepción de María de la Cruz ya todos han partido- muy cercanos a mi familia (mi padre, José Francisco Mariátegui, Lucía Viera Gallo de Mariátegui, mi madre, mis hermanos, María Teresa y José Ramón, y yo).
Y así venimos al tema de esta entrada. Resulta que hace pocos días mientras revisaba el maletín de negocios de mi padre (1902-1974) me encontré con una serie de cartas y recortes periodísiticos que él juzgo importante guardar.
Entre ellos estaba una copia fotostática de un artículo escrito por su fraternal amigo. Este artículo es una muestra del lado periodístico de Diez-Canseco, el mismo que por su amplitud aún no ha sido estudiado y menos publicado, como bien merece. Esperamos que la Editorial del Congreso de la República o alguna universidad de ojo avizor asuma tan importante tarea.
José "Pepé" Diez-Canseco en vida fue una reconocida figura de las letras peruanas, pero de la venta de libros nadie en el Perú hasta la fecha ha podido vivir con decoro. Con este motivo se ganó la vida como periodista, escribiendo tres o más artículos diarios. Muchos estudiosos de su vida y obra considerán que esta carga pesada fue la culpable de su temprana desaparición (44 años).
Pepe Diez-Canseco escribió esta deliciosa nota en su columna LA MARCHA DE LOS DÍAS, la misma que publicó en el diario La Prensa (Lima, 5 de noviembre de 1943). Sietejeringas ha querido rescatarla del olvido y ofrecerla al deleite de sus lectores.
Gabriel García Márquez con autoridad afirma que el periodismo también es literatura y este artículo, a nuestro parecer, es una clara muestra de ello. El artículo es un delicioso retrato de la Lima de los años cuarenta que Pepe Diez-Canseco con acertada pluma, o debo decir pincel, dedica a su amigo y tocayo, Pepe Mariátegui.
EN HONOR DE JOSÉ FRANCISCO MARIÁTEGUI
Acaba de ser honrado el Cónsul General del Perú en Arica, señor don José Francisco Mariátegui, por el gobierno de Chile que le ha otorgado, en el grado de comendador, la Orden del Mérito. Quienes somos amigos de este caballero, de este hombre que une a su inteligencia tan brillante una cortesía irreprochable y un señorío cabal, nos enorgullecemos también de esa distinción.
Para nosotros, para sus amigos de toda la vida, el Cónsul General del Perú en Arica es Pepe Mariátegui. El periodista, con quien le une una amistad fraterna, quiere entonces recordar a este hombre que ya peina canas pero que aún mantiene, vivo y entusiasta, un espíritu juvenil, en este momento tan grato. Al agradecer Pepe al Ministro accesitario de Relaciones exteriores de Chile tan alta distinción, el Ministro respondió, renovando el homenaje, que “el alto honor es nuestro al otorgar tan merecida distinción” a este peruano amigo de Chile.
Desde Calcuta, que queda allá por los cascos del mundo, ha venido Pepe Mariátegui a Arica. Pasó por la risueña y tropical Nicaragua, en donde el sentido de la libertad es tan grande que todos los médicos de Managua permiten que las amebas sigan vida… Pasó después por Guayaquil, en las orillas del inmenso Guayas, en donde su labor de acercamiento, sincero y cordial, le valió la estimación de aquellos ecuatorianos que no han perdido el equilibrio. Ha ido ahora a Arica, la pequeñita ciudad y más pequeño puerto, acaso para demostrar que un gran funcionario no necesita escenarios grandes y que el talento, la circunspección, la honestidad intachable de un hombre pueden realizar cosas nobles y fecundas. Y el Gobierno de Chile, que inmediatamente se percató de la jerarquía señoril del Cónsul y de la condición caballeresca del peruano, antes de los tres meses de permanencia allí le otorga esa condecoración que tiene un alto significado.
Algunos meses pasó Pepe Mariátegui en Lima, saturándose de limeñidad. Volvió a cultivar con esmero y abundancia, el anticucho y el cau-cau. Volvió a la querida tertulia del Maury y otra vez, todos sus amigos de Lima, volvimos a sentarnos a su mesa suculenta y a gustar de su charla pintoresca y sápida, salpicada de anécdotas de Punjab y de aventuras de Shangai. Trajo en su binóculo de carreras las insignias de socio de todos los clubs hípicos de Asia y trajo unas alfombras, unas corbatas, unas pantuflas, unas cajas de marfil y unos budas de jade que obsequió a los amigos que aquí nos habíamos quedado esperando su vuelta.
Pero este hombre, este auténtico señor limeño, que sabe ser palomilla en algunos momentos, sabe también dar una alta dignidad a su cargo y sabe, como muy pocos, responder irreprochablemente a la confianza en él depositada. Y así, bromeando algunas veces, y actuando con seriedad otras, José Francisco Mariátegui ha realizado en tres o cuatro meses una labor que el Gobierno de Chile ha reconocido públicamente y que el Gobierno del Perú seguramente ratifica y aprueba totalmente.
Querido Pepe Mariátegui: aquí nos ufanamos todos tus amigos por esta distinción que has recibido. Hoy, a las doce del día, en el Hotel Maury, que es el único sitio en donde no envenenan a uno, vamos a beber el mejor de los whiskys por ti. Tú allá, cuando leas estas líneas, abre por favor una botella de Santa Rita Reservado, -no confundir la marca,- y acuérdate de aquellos que, aquí en Lima, no tenemos a Pepe Mariátegui ni buenos vinos, dos cosas que siempre nos alegraron el alma, viejo y querido amigo.
José DIEZ-CANSECO
Qué maravilla. Apreciar el estilo periodístico de hace sesenta años. Qué tremenda humanidad la de Diez-Canseco. Da gusto leerlo. Su amigo el diplomático Mariátegui debió ser un tipazo. Todavía vive?
ResponderEliminarQue bueno Diez Canseco.
ResponderEliminarSu articulo parece una estampa de lima.
Lamentablemente el diplomático,José Francisco Mariátegui, falleció en 1974. Los tocayos Pepe Diez Canseco y Pepe Mariátegui además de ser contemporáneos y tener un gran parecido físico, fueron grandes amigos, amén de ser dos finos caballeros que gustaban y degustaban de Lima y lo limeño.
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