Se ha publicado, hace unos meses, la nueva novela de Gonzalo
Mariátegui Viera Gallo (Lima,1943) titulada, “Memorias de un pícaro llamado
misterio” (edición de autor, 2015) y cuya lectura, aparte de ser placentera,
confirma una vez más las dotes escriturales de su autor, que en esta entrega no
decepciona – a pesar del trajín de haber escrito sus anteriores libros, entre
los que destacan, por ejemplo, “La virtud de Alexandra”- ni nada por el estilo,
sino todo lo contrario, nos habla de alguien que todavía se encuentra vigente
en las letras peruanas, gracia a su perspicacia
y dotes narrativas.
Ojo que la lectura es sencilla (pero no se la registre junto
a la literatura light, que presenta
más de un serio problema) y , sin embargo, al terminarla hemos hecho un repaso
por las aventuras de un antihéroe bribón con ciertas ínfulas de grandeza, (y
que al final es absorbido por la fatal urbe limeña) sino que también nos acoplamos
a un cuadro social con una relativa falta de oportunidades (en todo el texto
Misterio casi siempre cae en buenas manos y con trabajos decentes; sin embargo
sus artimañas de bribón le hacen perderlas) y lleno de desaliento, situación
que cunde, hasta el día de hoy, en nuestro país. Se trata de una novela donde
encontramos un cuasi fatalismo dominado
por la presencia del determinismo y llevado a niveles extremos. También notamos
que Mariátegui intenta ser profundo en ciertos pasajes, pero vemos que al final
esa no es su intención puesto que prefiere que su prosa fluya, aunque sin caer en el facilismo. Escrito
en primera persona, se nos narra las aventuras de Misterio Misterio (sí, ese es
su nombre y apellidos señores, puesto casi por accidente, como nos enteraremos
a medida que avancemos en la lectura) y su constante lucha –sí, esa actual
lucha del hombre en la sociedad que lo cosifica- por salir del “paso” y poder
alimentar a un estómago que a cada momento “reclamaba alimento” haciendo ruidos
guturales y molestos. Pero seamos un poco más específicos y vayamos a la trama: en un comienzo nos
enteraremos, por boca del narrador (que nos revela que está escribiendo esta
novela, la historia de su vida), de las desdichadas circunstancias de su
nacimiento en un centro penitenciario para mujeres de Lima, donde su madre
Digna Moral purgaba condena; también de la carta que recibió cuando cumplió la
mayoría de edad y donde se revelaban los motivos por los cuales su madre fue
violada, en un descuido, por varios hombres allá en su provincia natal y la
forma como el alcaide del pueblo, su padre Severiano Moral, la envió a la
capital, temeroso de las burlas de sus paisanos por haber engendrado una hija
con costumbres lujuriosas (en alguna parte del libro se menciona que en
realidad le alegraron mucho las arremetidas de todos los que la ultrajaron) y
poca o nula dignidad. Pero ahí no queda la cosa: ya en el bus interprovincial
que la llevaría a Lima, el chofer del bus, “con buenos modales, la llevó a un lado y le pidió que guardara dos
paquetes bajo su abultado vientre” (pág. 15) y que, una vez pasados los
controles de la policía, él se encargaría de compensarla con una muy buena cantidad
de dinero que le permitiría instalarse con más comodidad en la capital. El
chofer adujo que se trataban de regalos para su esposa, quesos y dulces de
leche. En realidad, Digna estaba haciendo las veces de burrier y después caería
presa en un centro penitenciario.
Sucedieron varios acontecimientos luego de que capturaran a
Digna Moral, entre los cuales el más relevante fue el que Misterio cayera en un
albergue para menores, y entre cuyos habitantes estaba “La rata”, un personaje
de “brazos cortos; manos recogidas; joroba pronunciada; ojos redondos;
prominentes dientes frontales, rostro filudo” (pág. 27) entre otras
características que hacían de él alguien temido por el resto, como que se sabía
que era sicario y que había cometido robos al paso y a viviendas… sin embargo,
ambos (La rata y Misterio) urdirán un plan para poder escapar juntos del
presidio tomando, una vez fuera, rumbos distintos. Todavía se darían otros
sucesos de vital importancia para el desarrollo de la trama, como el de la
huida de Misterio en un bus, aparentemente sin destino, o su captura de parte
de un patrullero de policías y también su paso por un convento de frailes
franciscanos, donde nuestro pícaro bribón también haría de las suyas… en cuanto
al resto, su lectura ya atañe al lector, pues de lo contrario se le quitaría
interés a la historia.
Aunque el autor se muestra previsible en ciertos pasajes,
hallamos cierta maestría en el manejo de los sucesos, mostrándosenos estos
atractivos y narrados con frescura. Encontramos hilaridad por momentos, aunque
moderadamente, como en el pasaje donde Misterio hace las veces de hurta
monederos en la procesión del Señor de
Los Milagros, haciendo mofa de esta costumbre limeña, asemejándose en algo a
“En octubre no hay milagros” de Reynoso. También notaremos que el autor saca a
relucir, como en sus anteriores entregas, el tema de la madre ausente.
Lo que se le podría echar en cara a “Memorias de un pícaro…”es
la excesiva cantidad de erratas y que aparecen consignadas en un pequeño papel
que viene al final del libro. Además, en la página 92 encontramos la expresión
“ahí nos vidrios” y que es más propia de la jerga mexicana a que dos muchachitos
de la capital la puedan utilizar.
Lo que si creemos es un acierto son las anotaciones a pié de
página y donde se nos da el significado de ciertas jergas (un ejemplo:
“chibolo” en la página 21 significa niño al ver su significado, o “callejón
oscuro”, entre otras), no siendo para nada este recurso entorpecedor de la
historia.
En resumen, Gonzalo Mariátegui ha escrito una muy buena novela,
fresca, a veces algo fragmentaria –aunque sin menoscabo de su calidad- y que a
su vez nos hace reflexionar, permitiéndonos situar a Mariátegui entre los
mejores narradores vivos peruanos. Léase el comienzo que nos involucra sobremanera
en el texto: “Mi nombre es Misterio y nací pobre como el más pobre y desdichado
como el más desdichado. Como prueba de la veracidad de esta afirmación, bastará
con revelar que en la oportunidad de mi nacimiento, mi madre purgaba condena en
un centro penitenciario para mujeres en la ciudad de Lima, capital y ciudad del
Perú” (pág. 7) Novela picaresca, novela de aventuras, en realidad el libro
representa toda una amalgama de posibilidades que nos invita a leerla hasta el
final, que el lector no se lo espera.
Charly
Martínez Toledo.
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